viernes, 23 de septiembre de 2016

PLACE BLANCHE, MEDIADOS DEL SIGLO Por: Jean Schuster (1929-1995)

¡Gracias Oscar Jairo González Hernández!







No hay ningún mérito en ello pero, a diferencia de la mayoría de aquellos de mi generación que pasaron por el Surrealismo, yo no llegué a él a través de la Historia… de Maurice Nadeau.

El nombre de André Breton se me apareció por primera vez una noche de enero o febrero de 1946, en el curso de un surprise-party que ocurría en estudio en el último piso de un edificio de los Campos Elíseos. Poco predispuesto hacia el baile, aún tímido en lo que se refiere al alcohol, tomé de la biblioteca una obra cuyo tìtulo determinó sin duda mi elección: Los cantos de Maldoror. Me aislé y emprendí una lectura que adoptó pronto un ritmo frenético. Era la edición de Gallimard de 1938, con ilustraciones de todos los grandes pintores surrealistas y con un prefacio de André Breton.

Cuando él regresa a París, en la primavera de 1946, tengo 17 años y una incultura inconmensurable. En cuanto se refiere a los “ancestros”, aparte de mi encuentro fortuito con Lautréamont, he frecuentado un poco a Baudelaire y a Rimbaud (los inevitables Dormeur du val y Bateau ivre, desde luego) y he oído hablar vagamente de Mallarmé y Apollinaire. Pero sobre todo es la poesía de circunstancia lo que me exalta, la de Aragon, la de Eluard. Al momento de la liberación, me he construido una conciencia “comunista”, totalmente “resistente” y estalinista, que durara hasta el verano de 1947, a pesar de la presencia oculta de Breton en mis pensamientos.

No hay en mí el más mínimo atisbo de contradicción, y el 17 de marzo de ese año, soy de aquellos que lo interpelan durante el sabotaje que hace de una conferencia de Tzara en la Sorbona. No obstante, no tengo ningún vínculo con P.C. encabezado por Francis Crémiux. Vocifero solo, desde una platea.

Algunos meses más tarde se abre en la Galería Maeght  la exposición El surrealismo en 1947, presentada por André Breton y Marcel Duchamp. Así es como, para mí, el “camino de Dámasco” pasa por la rue de Messine.
Fui a visitarla en el mes de agosto, y recuerdo aún a Claude Tarnaud jugando billar bajo una cortina de lluvia coloreada por Duchamp… Me dirigí a una dama que parecía formar parte del personal de la galería y le pregunté, sin más, la dirección de Breton. Retrospectivamente, me sorprende el hecho de queme la diera de inmediato.

En septiembre, me presenté en la rue Fontaine. Sin dejarme intimidar por un letrero altamente disuasivo (cito de memoria: André Breton, ni autógrafos, ni dedicatorias, ni entrevistas), toqué. La puerta se entreabrió dejando salir una nube de humo, tras la cual emergió una larga boquilla con un cigarrillo en la punta y detrás de ella una criatura ondulante y suave, la feminidad en estado puro… “Vous desirrez?” “Euh…non.” “Alorrrs, téléphonez, n´est pas.” Me dio el número. Era Elisa.

Breton me recibió con su cortesía acostumbrada. Le mostré algunos poemas, de los cuales percibió una ojeada su carácter nulo, pero se calzó los guantes para decírmelo: “Voyez vous, cher ami, on no peut utiliser cette sort d´image…”, después, ante una plétora de piedras preciosas, me citó a Valéry mostrándole un desnudo de Renoir: el autor de la Jeune Parque, señalando un anillo, única “vestimenta” que ostentaba la dama: “La plus beau diamant ne vaut pas la parcelle de peau qu´il recouvre”.

Me interrogó sobre mi cultura filosófica, ante lo cual no forcé demasiado mi modestia. Prenez un grand philosophe, Kant, par exemple, et lisez-la à fond”.  Seguí su consejo al pie de la letra.

Finalmente, Breton me preguntó si deseaba participar en las reuniones del grupo. Yo estaba ansioso de que me invitara. Al día siguiente llegué al Café de la Place Blance faltando diez minutos para las seis. Breton estaba solo, pero poco a poco comenzaron a llegar los hombres y mujeres (nacidos alrededor de 1900) que formaban el grupo y a quienes me presentó. Desde ese día hasta fines de 1952, momento en que asumí la dirección de Medium, mi presencia fue constante… y silenciosa. Después, ya se sabe.




Publicado en Le ramasse-miettes, Pleine Page/Opales. París. 1991. Vuelta. Marzo 1996. Nro 232. México. Págs. 7-8. 

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