lunes, 10 de febrero de 2020


PEZ ARÁCNIDO

Homenaje a André Breton

Federico Rivero Scarani

Cuenta la leyenda escondida en una botella de ron centáurico que una gigante piedra jeroglífica debía ser girada todos los días del año lunar por esclavos privados de cualquier ejercicio del espíritu, como rezar o meditar. Sus vidas era existencias arácnidas al golpe del látigo láser. Las risas de los mandarines crecían entre las hierbas violetas desde una tierra estéril, tan árida que solo crecían las malignas risas de los Sospechosos. Escrito estaba en el antiguo papiro de la botella de ron centáurico que una luna menguante influyó notablemente en un dios ebrio para que este se ahorcara por ser víctima de un amor no correspondido.
   
Una Ninfa del norte ató en un roble del bosque aquel poema con caligrafía gótica, y se fue volando hacia los hielos perpetuos. El poema había sido escrito por el dios ebrio y era un Requiem dedicado a un poeta muerto por una lluvia de estrellas color silencio. El Crepúsculo se derramó sobre la piedra pulida, hambrienta, que portaba el Signo de Luzbel. Y comenzó la lluvia en la que se reflejaba la calesa lila donde iba el féretro del poeta aun dolido por el despecho de la Ninfa meridional. Mientras, la piedra como un obelisco, gira sangrado y emitiendo voces de peces desleídos. En una gota de lluvia se refleja la vida sórdida en una taberna crapulosa, y en otra, la sonrisa de una mujer con cabellos de madrugada; ambas gotas mojan el techo de una catedral donde quedó anclado un barco que pretendía viajar hasta la Antártida.
   
Esta leyenda escondida en una botella de ron centáurico dice todavía más, sin embargo, la caligrafía se borró como consecuencia del llanto del escriba. Pero aun quedan algunas frases rotas similar al jarrón maya hallado en la ciudad perdida: un eterno lirio se erige con la gracia de una bailarina, un bosque prehistórico cubre con su follaje los amores carnales de las Hadas, un Templo dedicado a una diosa sin nombre se cubre con enredaderas y flores y blasones de extraños príncipes de las nubes.
   
Se dice, luego de perderse la botella que contenía la leyenda, que los Peces solubles guardaron en el Océano, las lágrimas del poeta y el último poema escrito por el dios ebrio.
  



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